En el año 2015 se llevó a cabo la COP21 y se firmó el Tratado de París, que marcó un hito dentro de la estrategia global para enfrentar el cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Poco antes se había acordado objetivos globales para erradicar la pobreza y proteger el planeta a través de los 17 objetivos de desarrollo sostenibles (ODS) en la ONU. Dentro de estos, el objetivo 7 se enfoca en la “energía asequible y no contaminante”, mediante el cual las naciones afirman su “apoyo a iniciativas que aseguren el acceso universal a los servicios de energía modernos y aumenten el uso de fuentes renovables”. El éxito en lograr otros ODS también depende de disponer de energías renovables y limpias.  

El Perú tiene un gran potencial para desarrollar energías renovables no convencionales. Nuestra diversidad geográfica nos da la oportunidad de que cada región pueda aprovechar diversas fuentes renovables donde tiene ventajas, destacan en la costa norte y sur, la energía eólica; en el sur, la energía solar y la geotermia. En la selva la bioenergía. Se debe tomar a los recursos energéticos renovables (RER) no solo como fuentes de energía limpia, que contrarrestan los efectos del cambio climático, sino también para reducir costos y fomentar un crecimiento descentralizado y equilibrado, que corrija la inequidad del acceso a la energía.

Desde el 2008, gracias al Decreto Legislativo 1002, las licitaciones por tecnología han sido el primer gran paso para empezar a trabajar con energías renovables no convencionales, los RER. El país ya tiene experiencia, como son la generación solar y eólica, que hoy abaratan el costo de la electricidad en el mundo. En el Perú podrían competir con el gas y el petróleo, pero tiene que haber juego limpio y no dejarnos vencer por los lobbies de siempre. Hay barreras reglamentarias que no existen en otros países. No se permite el despacho por bloque horario. La definición arbitraria de potencia restringe a los RER, no pueden vender al mercado libre. No es sostenible mantener el subsidio al precio del gas para uso eléctrico. El gas debe ser usado más donde es más eficiente, uso directo en hogares, transporte e industrias como la petroquímica. Pero insistir en usar más gas para generación eléctrica, significa acelerar la pérdida de nuestras reservas de gas natural a precios más bajos que los del mercado y no es sostenible. La Ley de Concesiones Eléctricas promueve la eficiencia privilegiando el despacho de las centrales con costos más bajos y esta situación sigue vigente. Pero se distorsiona, cuando se permite la declaración de costos variables menores y falsos. Se debe convocar a la quinta subasta con energías renovables no convencionales. Se necesita energía a precios competitivos para el 2022, fecha en la que no llegará el gasoducto del sur por problemas judiciales y falta de demanda para la dimensión del proyecto.

Las licitaciones especiales son necesarias. Existe una diferencia con las otras tecnologías renovables, que operan 24 horas del día. Las pequeñas hidroeléctricas, la bioenergía y la geotermia no pueden salir adelante si no se convoca a subastas por tecnología. Aprendamos de la experiencia chilena, la primera turbina a partir de la geotermia significa un costo de US$100 MW/h; la segunda, US$66 MW/h; la tercera estará cerca del costo de la generación con gas natural en el Perú, sin considerar la externalidad negativa del gas que contamina menos que el petróleo, pero también contamina. La generación de electricidad mediante las termoeléctricas a gas aporta entre 500 y 710g CO2eq por cada kWh que se inyecta a la red durante su ciclo de vida y donde el 80% corresponde a la combustión.

Como país dependemos innecesariamente en un 72% de la energía fósil. El transporte es la más brutal muestra de contaminación e ineficiencia. Para contrarrestar ello, el Gobierno Central debe dar cumplimiento a las metas trazadas por el Perú para la mitigación del cambio climático, las llamadas contribuciones nacionales. Son dos las líneas de trabajo: frenar la deforestación y diversificar la matriz energética. Esta última es la llamada transición energética hacia una economía baja en carbono. Las contribuciones nacionales serán un compromiso falso si no se toma “cartas en el asunto”. El mundo desarrollado va a exigir la huella de carbono en nuestros productos de exportación. El país puede perder competitividad y acceso a mercados, no obstante los 22 tratados de libre comercio suscritos.

Teniendo en cuenta lo antes expuesto, se debe mejorar el plan para lograr el 100% de acceso a la energía con RER, que son más económicas que el tendido convencional de redes. El Ministerio de Energía tiene el compromiso de incrementar el 5% de participación de los RER, meta fijada para el 2013. En Argentina, por ejemplo, han impulsado 147 proyectos en 18 provincias y van del actual 8% a un 20%. Por otro lado, tenemos también a Chile con casi 20%, teniendo como meta llegar al 100% el 2040. Costa Rica en noviembre del 2017 celebró 300 días con 100% de energías renovables. El país centroamericano alcanzó una marca histórica al operar su sistema eléctrico sin prender las plantas térmicas. La operación de las centrales eólicas y solares sí es confiable, caso contrario países desarrollados como Alemania no las tendrían como fuentes de suministro eléctrico.

Pasar de 3.8% de aporte con recursos energéticos no convencionales, en el 2018, a por lo menos un 20% al 2030 con RER viene a ser el gran reto que tenemos como país, sólo se necesita voluntad política y no intimidarnos por poderosos grupos de presión que sostienen lo contrario y que destinan alrededor de US$900 millones anuales a negar el cambio climático a través de 64 instituciones de lobby. El Perú no es ajeno a esto.


Este artículo cuenta con la coautoría de Urphy Vásquez, del grupo de investigación Tinkuy: Energía, Territorio y Energías Renovables - PUCP